Socialismo "light"

Los socialistas que no quieren dedicar mucho tiempo a dar cuenta de su ejecutoria pública cuando ocupaban cargos de responsabilidad, y sobre todo que han tardado mucho tiempo en hacerlo, como es el caso de Carlos Solchaga, tienen a decir que publican sus diarios, no sus memorias. Por ejemplo, así lo ha venido haciendo José Bono. Solchaga se ha apuntado a esta tendencia.

Pero si Bono publicó sus diarios, Solchaga lo que ha hecho es publicar una memoria selectiva de acontecimientos. Cuando digo memoria selectiva no digo que sea mentira lo que publica, porque todo lo que publica es verdad. El título refleja la realidad: "las cosas como son". Pero sí digo que se extiende sólo, y explica con detalle sólo lo que le parece bien. No todo. Sólo lo que le parece bien. Eso desvirtúa sus memorias, que no diarios, porque son memoria parcial de acontecimientos muy importantes. Por muy exacto y verdadero que sea lo que publica, lo que no publica también tiene su interés.

Me han parecido unas memorias muy interesantes. En primer lugar, porque su verdadero protagonista no es Solchaga, sino Felipe González. En muchos "posts" de este "blog" he venido comentando que cuando uno escribe sus memorias, sin querer se retrata. En realidad, cuando uno escribe cualquier cosa, sin querer se retrata. También yo, al escribir esto, me estoy retratando. El alma humana aparece en las palabras del hombre. Y en las palabras de Solchaga surge su enorme dependencia política de Felipe González. Para mí, aunque Solchaga no lo diga, lo más relevante del libro ha sido comprobar cuánto jugó Felipe González con su gente. Solchaga fue la pieza moderada en el tablero del PSOE con la que González jugó, y además muy bien, para frenar primero a Redondo, el sindicalista, y luego a Guerra, el radical. Como todo economista, y Solchaga lo es muy bueno, estamos ante un cuantificador. Y las barbaridades económicas sugeridas a oído de Guerra por su ideología, o las proclamadas por la boca de Redondo en beneficio de los improductivos, fueron constantemente moderados por los números que Solchaga ponía sobre la mesa del Consejo de Ministros. Realmente la historia de España habría sido muy distinta si Felipe González no hubiera podido moderar al PSOE. Para lo cual utilizó a Solchaga. No sé qué habría pasado si el radicalismo socialista hubiera sido la tónica del felipismo.

Moderar el socialismo es algo que hay que agradecer a Solchaga. Es una constante en el libro la crisis de identidad de su autor. Que constantemente se proclama político socialista, precisamente porque los de su partido siempre dijeron que era todo menos socialista. Sí lo era. Era como Rajoy. Un socialista light. Solchaga tendría hoy un puesto de preferencia en el PP. Sus políticas son las que el PP saca adelante ahora. Pero es que el PP se ha pasado al socialismo light. Y por eso gobierna.

No le estarán tan agradecidos los banqueros de aquélla época. Unos viven y otros no. Pero lo que sí es seguro es de que ahora se habrán enterado de los porqués de muchas de las decisiones que en otro tiempo tuvieron una gran importancia. Unas las cuenta Solchaga con gran detalle, y otras con menos. Pasa como de puntillas sobre la OPA del Bilbao sobre Banesto, que le salió tan mal. Hoy eso es historia antigua, pero en su momento tuvo una grandísima importancia. No maltrata a Conde. Lo retrata. Y no sé qué es peor. Lo que resulta de este periodo es sobre todo esto: Solchaga es muy mandón. Las cosas tienen que hacerse como él dice. Él es un estatalista. La banca no es una excepción a este criterio.

Es muy interesante la génesis de su vida política. Para mí es claro que detrás de cada gran político de época hay una fuerte dosis de casualidad. También en el caso de Carlos Solchaga. Llegó a Ministro por casualidad.

Tiene también gran interés el periodo parlamentario de Solchaga. Suele referirse toda la actividad política de Solchaga a su periodo ministerial. ¡Cuánto le ha dolido no haber sido Vicepresidente del Gobierno! Pero las razones de González son claras. Solchaga las expone muy bien. El periodo parlamentario de Solchaga está muy bien descrito, aunque para mí es claro que cuando llegó a este punto de la redacción estaba ya cansado de escribir y dio un golletazo al libro, para terminarlo. En este periodo, los diarios-memorias están mucho menos editados. Le preocupa menos la opinión del lector.

No se pierdan la crónica de sus relaciones con Alfonso Guerra. Es memorable.

Algunas omisiones. No dice nada del Rey. Juan Carlos I me parece que ni figura en el libro. Y tampoco dice nada o casi nada de cuestiones internacionales. Estas memorias van sobre lo nacional. De Europa o del resto del mundo, o sea, de las finanzas internacionales, que probablemente son ahora su sector de actividad profesional, ni palabra.

Con una excepción: Cuba. Me llama la atención, y no comprendo en absoluto, la complacencia con la que Solchaga y en general todos los socialistas de la época de Felipe González tratan a la Cuba de Castro. Solchaga (y lo cuenta con detalle) maltrató en su cara a Fidel Castro. Con maneras educadas, de un modo civilizado lo puso a parir en su presencia por su política económica generadora de pobreza. Corrió un riesgo, pero la escena retrata, y muy bien, cómo es Solchaga y cómo era Castro (que plegó velas). Pero en el libro lo trata demasiado bien, cuando es así que Fidel Castro fue un hombre nefasto para la historia del mundo en general y de Cuba en particular.

Recomiendo la lectura del libro. Está muy bien escrito. Vale la pena dedicarle un rato a conocer los detalles y los porqués de un tan largo e importante periodo de la Historia de España. Que, guste o no, fue hecha por el PSOE. A mí no me gusta. Pero es lo que hubo. Las cosas, como son.

Un monumento a la soberbia


A lo largo de mi vida he leído toda clase de memorias, cientos de ellas. Siempre, lo quiera el autor o no, ponen de manifiesto el espíritu de quien escribe. Cuando alguien cuenta su vida, inevitablemente la valora, y en consecuencia se retrata a sí mismo, no tanto por sus hechos, cuanto por la manifestación de su espíritu.

Esto mismo le sucede a Joaquín Costa, que escribió unas memorias las cuales durante mucho tiempo han permanecido sin publicar, pero que en 2011 Ediciones Larumbe tuvo el acierto de dar a la luz.

Joaquín Costa era para mí un espíritu ignorado. Había leído muchas cosas sobre su figura. Muchas veces le he visto citado. Pero de su propia persona no tenía ninguna referencia. Sus escritos quedaban lejos. Ahora ya no es así. Joaquin Costa se retrata total y absolutamente en sus memorias.

Me han parecido uno de los textos más desagradables que he tenido la oportunidad de leer en este género. Joaquín Costa se demuestra como un ególatra fenomenal que sólo piensa en sí mismo. No es que solo hable de si mismo, lo cual es en cierto modo natural porque son sus memorias, sino que se retrata como quien vive en un constante pensar en sí mismo. La lectura, que he tenido que hacer a toda prisa porque me resultaba extraordinariamente desagradable, dado el carácter del sujeto, ha sido auténtica tortura, pero al mismo tiempo revelación. Un soberbio más. Otro de esos que se han pasado la vida pensando en cuál estaba siendo en cada momento su figura.

El libro tiene una parte primera, que es la de su ascenso en la escala social, en la que la preocupación por el dinero, y la constante envidia respecto de la posición de otros, es el tono común que se lleva todas las páginas. Luego viene una parte segunda, en la que, ya conseguido un puesto como funcionario, se estabiliza económicamente y empieza a tener algo de importancia social. En ese momento se serena y, después de pasar por Guadalajara como funcionario, termina en Huesca. Y así empieza la tercera parte, verdaderamente aburrida y tediosa, en la que cuenta su amor frustrado por determinada señorita. Un aburrimiento total.

Tienen bastante interés, en cambio, los retazos en los que Costa refiere escenas de la universidad española, como su concurso con Marcelino Menéndez Pelayo,para obtener el Premio Extraordinario de Licenciatura en la Facultad de Filosofía y Letras, o su concurrencia con muchos otros para obtener ese mismo premio en la licenciatura de Derecho. Por supuesto, Costa, según su propio criterio, tenía que haber ganado los dos, y fue injustamente postergado en los dos.

También tiene interés su participación, bastante poco determinante pero al final participación, en la fundación de la Institución Libre de Enseñanza. Y es de gran interés conocer cómo era el krausismo primero y lo que hacían Giner de los Ríos y sus contemporáneos. La cuestión era sencilla: como les habían echado de la Universidad fundaron su propia Institución, no su propia universidad. Y la llamaron "libre" porque no era oficial, ya que de la oficial los habían expulsado. El Krausismo fabricaba su propia verdad y para eso necesitaba su propia institución.

Joaquín Costa, MEMORIAS, edición de Juan Carlos Ara Torralba, Larumbe textos aragoneses, Zaragoza 2011. 
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